De nuevo su mente se encontraba en un dilema. Recordaba ensimismado las conversaciones que tenía con su padre cuando era pequeño, esas palabras las cuales creía que eran su tiquete de la suerte y que por años mantenía atesorado pues para él lo habían sido todo pero ahora, perdido en aquellas frases notaba lo despreocupado y carente de sentido que solo una boca tan vacía con aliento a alcohol y tantos vicios más podrían haber pronunciado.
"Si quieres ser alguien, trabaja por eso sin importar los medios, lo fundamental es que llegues a la meta." ¿Cómo un consejo de esa magnitud podía haberlo utilizado como su mantra durante toda su vida? "Sin importar los medios"... Y así había hecho, logró llegar hasta la cima de sus objetivos "sin importar los medios", aquellos que ahora mismo le reclamaban con venganza las atrocidades a las que había sido capaz de realizar solo por buscar un estilo de vida que ya no le importaba ni quería, un estilo de vida pérfido el cual no estaba dispuesto a mantener.
Arrepentimiento, para él arrepentirse significaba tocar fondo mientras intentaba con acciones salir de aquel martirio que lo perseguía. Decepción, para él significaba sentirse incapaz de no poder realizar acciones para salir de aquel martirio que lo perseguía. Y así transcurrían las horas, entre el arrepentimiento y la decepción, entre la esperanza y la poca fuerza de voluntad.
Su padre había sido inteligente en muchos aspectos diferentes, como en la política o el arte, pero esos momentos de lucidez no duraban mucho, solo un instante. Y luego recaía en ese estado de vaguedad y ambigüedad que no le aportaba nada a nadie, que solo lo destruían a él y a los de su alrededor dando consejos como "sin importar los medios". Lo conducía a la destrucción mientras se ocultaba en aquella fachada de seguridad que transmitía (como sucede con la mayoría de los políticos cuando hablan con certeza en un discurso lleno de maldad). Su padre pudo ser político y sacarlos de la miseria con la que contaban, qué desperdicio.
Había vuelto a la calle para recolectar unos cuantos gramos de tantas drogas que se había acostumbrado a consumir. Así transcurría su día a día: casa, arrepentimiento, trabajo en los clubes nocturnos, muchas ganancias, calles, muchas drogas, pérdida de ganancias, decepción, casa. Y de nuevo iniciaba el ciclo.
De su madre no pensaba mucho, nunca fue muy cercano a ella pero le quedaban los libros que ella una vez decidió regalarle y que ahora eran todo lo que le quedaba y el refugio que necesitaba en momentos de pesadez. Leía La insoportable levedad del ser especialmente, para calmar su interior:
"Tomás dijo una vez más: Ja, es muss sein (sí, tiene que ser).
A diferencia de Parménides, para Beethoven el peso era evidentemente algo positivo. 'Der Schwer gefasste Entschluss', (una decisión de peso), va unida a la voz del Destino ('es muss sein'); el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale.
Esta convicción nació de la música de Beethoven y, aunque es posible (y puede que hasta probable) que sus autores hayan sido más bien los comentaristas de Beethoven y no el propio compositor, hoy la compartimos casi todos: la grandeza del hombre consiste en que carga con su destino como Atlas carga con la esfera celeste a sus espaldas. El héroe de Beethoven es un levantador de pesos metafísicos."
¿Cargaba su destino en sus manos? Pero en sus manos solo llevaba un vaso de whiskey, y un porro de marihuana consumado. ¿Ese era su destino? No, no, debía hacer algo por eso.
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