MinHo caminaba por las calles que alguna vez de niño pisó ansioso cuando jugaba a no pisar las líneas que se dibujaban en los andenes, y por un breve momento se sintió niño de nuevo, recordando aquellos días en los que la felicidad se resumía en lo más simple del día. Por unos instantes se vio a él mismo en otra calle, en esas que se ubicaban al frente de su casa de la infancia donde jugaba en las esquinas con las piedras cuando se quedaba solo, y quizá era eso lo que recordaba: aquellos momentos solitarios en los que encontraba felicidad de la manera más sencilla sin tener preocupaciones. Y ahora él caminaba por otras calles más limpias y ruidosas, pero ya no le transmitían esa felicidad como antes, y sintió cómo los años habían pasado sin que se hubiese dado cuenta.
De repente notó todos los cambios en su alrededor, todo envejecía y sentía cómo poco a poco iba quedando al desnudo con una piel arrugada, desgastada, menos lozana. Estaba perdiendo en su cuerpo lo que alguna vez le recordaba lo que había sido su infancia. En una vida adulta tan agitada no había podido darse cuenta de que todo cambiaba e iba perdiendo su vigor desmesuradamente, y se asustó. Decidió volver a recordar aquellos hábitos de su infancia pero se dio cuenta de que no tenía muchos pues las circunstancias en su pasado habían hecho que él madurara de manera obligada, se lo habían impuesto sin su consentimiento y ahora la vida se lo echaba en cara por dejar que arruinaran la niñez que no pudo tener. Le habían arrebatado una parte de él que nunca tendría y ahora cargaba con las consecuencias de ello: una vida adulta para siempre en su memoria.
Qué egoísta había sido la vida con él quitándole tan preciados momentos para dejarlo en un estado inerte sin recuerdos gratos para conservar. Era como si en su mente le hubiesen borrado los recuerdos de una adolescencia para implantarle los de un adulto joven que intentaba huir de su pasado. Y pensó en el ciclo que las personas aprendían en sus primeros días: nacer, crecer, reproducirse, morir. Entre nacer y crecer se desprendía todo el proceso denominado como "infancia" que el había omitido por completo y ni qué decir sobre reproducirse. Era una maldita farsa tratar de poner ese ciclo en los seres humanos, no encajaba. Solo restaba el morir que podría suceder en cualquier momento sin necesidad de todo un ciclo.
— A veces eres todo un niño.
Palabras como esas dichas con frecuencia por quien había sido su novia, ahora tomaban forma. MinHo a veces era todo un niño porque nunca fue uno y por momentos sentía la necesidad de serlo sin que se diera cuenta. Quería ser un niño para intentar tener una infancia aunque le tocara preocuparse por pagar los servicios de la casa, por trabajar para tener un sustento, por beber y drogarse para olvidar, preocuparse por vivir como un aburrido adulto.
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