jueves, 14 de julio de 2016

De sterrennacht.

"Estar sumido en un insomnio caótico,o adentrarme en el onírico mundo de pesadillas que me recuerda constantemente mis más íntimos secretos, mis errores más grandes y la vida que llevo por culpa de mis malas decisiones."
Sentía el sudor recorriendo con furor su cuerpo, como si estuviese envuelto en llamas que le quemaban a carne viva su cuerpo, dejando las marcas de pecado incluso en sus entrañas, a medida que sus pesadillas ahondaban cada vez más para arrebatarle sus sueños e indicarle que era hora de aterrizar, de salirse abruptamente de sus más recónditas y temerosas reminiscencias sirviendo como señal el tono oscuro que comenzaba a colorear su habitación, su alrededor, su vida. Era verdad que estaba envuelto en una maldición que le hacía sentir una vez más la dualidad entre su cuerpo y su interior, pues su cuerpo parecía inhóspito, sin señal de vida. Estaba vacío, completamente vacío, mientras que su mente volvía a tornarse pesada y el dolor se apoderaba de su alma.
De entre la sombra que lo rodeaba, lograba divisar muchas estrellas todas de un tono blanco, como indicándole que aún existía la luz y la esperanza. Lo inquietaban, si algo había de inquietarle eran esas peculiaridades que le sucedían en un mundo tan plano y sobrio, que le hacían generar una amplia curiosidad por querer agarrarlas todas y coleccionarlas, así como con sus sueños que iban quedando aprisionados día tras día. Pero, se iba quedando ciego, e iban desapareciendo una por una de su vista. ¿Cómo era posible que primero la vida lo ilusionara con salvarlo y luego le arrebatara todo en un instante? Ya de nada le servía cerrar los ojos si de todas maneras se iba a quedar en esa oscuridad absoluta con los ojos abiertos.
Así, decidió darse por vencido y encender un cigarro, o mejor dicho, dos: uno para él y otro para la muerte que desde hacía un buen tiempo lo venía acechando cada vez más de cerca. Todo comenzaba a carecer de sentido para él, por lo que en esos momentos le pareció adecuado invitar a la muerte a pasar el rato (o a dejar pasar su vida), encendiendo el último cigarro mientras la observaba dar bocanadas de manera apresurada o quizá de manera molesta porque lamentablemente él aún no se iría con ella.
— ¿Detendrías los relojes por mí? Desde ahora no existe más el tiempo, de hecho, nunca ha existido para mí.
Le dice a la muerte como si estuviera mostrando su derrota, pues ya quería irse con ella. Después de todo, su compañía se había vuelto cálida y acogedora.
—Volveré. No lo dudes.
Sentía cómo la muerte le susurraba a manera de respuesta, mientras depositaba las cenizas de un cigarro consumado con desesperación dejando el insensible cuerpo de él flotando, sin gravedad, sin visión, y lleno de temores. Sabía que no debía fiarse de la muerte ni mucho menos de la vida, sin embargo las estrellas vuelven a aparecer (siempre estuvieron ahí), observándolo desde lejos para comenzar a llamarlo con insistencia pues no había mucha distancia que los separara. Quería acercarse, quería tocarlas, pero ese fuego que lo rodeaba junto a la extensa marea negra que parecía interminable y que avanzaba con rapidez entre sus pies, se iba apoderando más de él. Por consiguiente, ahora era el turno del abismo quien comenzaría a llamarle y a seducirle, a medida que la luz de las estrellas se iban haciendo más grande, volviendo al limbo entre dejarse caer o extender sus alas por el cielo.
Despierta, despierta.
Las palabras se iban volviendo difusas y distorsionadas pero finalmente iba comprendiendo que era hora de volver de ese sueño que noche tras noche tomaba lugar en su subconsciente. Abrió sus ojos y por un momento la vio a ella, aquella mujer que de las sombras lo perseguía. Debía dejar de consumir tantas sustancias que solo le alteraban el funcionamiento de su cerebro y le distorsionaban aún más su realidad, pero más que todo, debía aprender a convivir con su pasado.


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