jueves, 14 de julio de 2016

Teorías, caos y besos.



Ella tenía nombre de estrella. Poco sabía del universo y sus maravillas pero ella tenía nombre de estrella y sabía que me estaba metiendo en un campo magnético, fascinante, sin gravedad, peligroso, pero desde pequeño soñaba con ser astronauta así que decidí sumergirme en ese nuevo mundo que me esperaba.
Admito que me interesaba la astronomía pero comprenderás, la física nunca fue lo mío así que no le daba mucha vuelta al asunto en profundidad. Verás, amaba los misterios que comprendía esta ciencia pero tantos números, lógica, leyes, el comportamiento de la energía, el tiempo, el espacio y su interacción en el mundo no era lo mío pues sabrás que nunca fui un chico sistemático ni de orden, más bien he sido de abstracción y desorden.
Pero tenía en frente mío una estrella así que decidí escucharla, admirarla y comprenderla sin conocer ninguna mierda de las teorías que implicaba el adentrarse en ella y solo bastó unos minutos para verme envuelto absolutamente en ese universo y tener mi mirada fija en esa estrella.
Solían confundirnos y decir que parecíamos una pareja, y podía ser verdad pero las etiquetas nunca fueron lo nuestro y tampoco nos queríamos de ese modo (mentira). Pero llegaba la calma de la noche y entre discursos medio idos, vino de media noche y una constelación predominante nos confundía y terminábamos llenos de besos y caricias, haciendo el amor (o destruyéndolo) sin medida.
Debió ser muy tarde cuando me di cuenta que debí conocer de física, de química y de amor, porque cuando aterricé te habías ido muy lejos mientras yo seguía atascado en figuras geométricas, simetría y organización que me enseñaban de manera crucial lo que nunca quise aprender cuando tuve la oportunidad.
Mujer con nombre de estrella, por fin sé en qué consiste la acción y reacción, y perdón por no haber reaccionado contigo cuando estabas a mi lado.

Gracias por el fuego (corazón coraza)

Me lo repetía constantemente hasta dejar mis oídos aturdidos de sus palabras: el rojo es tu color, no me dejes. "El rojo es tu color, no me dejes" como un eco continuaba sonando pero no entendía a qué se refería con aquellas palabras pues definirme con un color carecía de sentido y más si le adjudicaba a la frase tal petición tan profunda como era no dejarla. 
El rojo podría significar muchas cosas, pero sabía que ninguna de ellas me definía como Dolores lo estaba haciendo de manera tan segura y tajante.
"Tu color es el dorado. No me dejes." Ahora yo también la definía con un color hasta caer en ese juego de matices que comenzaban a apropiarse de nuestra vida y terminar siendo un color en un mundo lleno de tonos grises y apagados. Entonces era mi turno para repetir con exigencia que no me abandonara porque yo prefería ser un rojo atardecer a una dorada madrugada como ella.
Así nos aferrábamos, a la idea de que el rojo y el dorado podían mezclarse a pesar de sus diferencias y Dolores me acariciaba con esa ternura que solo ella podía transmitir para apaciguar lo que intentaba separarnos como si se tratara de un bichito que recorría nuestro cuerpo y que ella intentaba matarlo con sus tibias manos.
Como la carencia para expresarme con palabras siempre ha sido mi problema, le respondía con letras en poemas (si acaso pudieran definirse como poemas) y con besos frenéticos por toda su suave y distinguida piel con lunares que ella dejaba al desnudo.
"Dolly, mi amada Dolly, arráncame la piel que yo desnudaré la tuya para que te quedes en mi alma. El rojo puede ser la coraza de mi corazón y el dorado el del tuyo, pero tú serás mi alma, yo seré tu alma, así que no me dejes. Oh, mi amor, ya sé que eres mejor que todas tus imágenes y tengo que amarte, tengo que amarte." Mis palabras ahora resonaban en su alma y nos quedamos en silencio abrazados mientras apreciábamos el momento, nos habíamos quedado en pausa. Todo parecía infinito, y Dolores así lo sintió también entonces le encendí el cigarrillo y me susurró rompiendo aquel silencio: Gracias por el fuego, Ramón. Así que en ese momento y con esas palabras sellamos nuestro pacto. "Gracias por el fuego" lo repetí sabiendo todo lo que encerraba aquella frase pues nos habíamos encendido fuego que aún no se apagaba para nuestra suerte, e incluso habíamos creado una especie de color formado por rojo y dorado que cada vez se mezclaba con más pasión.



La tregua.

Me parecía terrible que Laura actuara de ese modo conmigo: me enamoraba y luego me alejaba de la manera más drástica. Vaya a saber si me quería pero de lo que sí estaba seguro era que tenía una manera especial de herirme. Ella era un vaivén de sentimientos en los cuales yo quedé atrapado sin querer, de la manera menos esperado, así como empiezan esas grandes historias de amor, por casualidad.
Laura trabajaba para mí, mostrando esas piernas esbeltas con ese andar tan delicado y característico de ella, pues habíamos caído en la típica situación de jefe-empleada teniendo encuentros casuales (que eran lo menos casuales) en el trabajo, en nuestra pieza del hotel, en su departamento, en mi departamento y en lo que después llegamos a concebir: un departamento para los dos, nuestro hogar. Pero todo eso sucedió después.
Cuando llegó a mi vida, ella intentaba hacer todo lo contrario a seducirme, me fastidiaba, y yo siendo un hombre cansado de todo me molestaba su sola presencia, así que llamarle por su apellido era lo mínimo que podía hacer para demostrarle el poco afecto que tenía por ella. "Avellaneda" lo pronunciaba con repudio, pero sin darme cuenta, al mismo tiempo pronunciaba mi condena pues me estaba referiendo a ese fruto seco que como ella, a pesar de su fría apariencia, Avellaneda esperaba ser mordida para conducirme por ese abismo de sabores y volverme adicto a ella.
Pero quién iba a saber que yo mismo me había puesto el arma en esa boca que desde hace mucho había perdido su gracia, así que con ignorancia seguía pronunciando "Avellaneda" cada vez con más frecuencia y con menos repudio. Y fue ese día, cuando me di cuenta que mi vida era absurda y que moriría con un trabajo aburrido, con la sombra de mi ex pareja que me perseguía de la tumba y unos hijos mal agradecidos, que vi a Avellaneda en ese café de la esquina. Noté que antes no la había visto, y ahora mis ojos percibían la figura más extraordinaria de una mujer que lucía ordinaria, y ella me vio también por primera vez.
━ Laura, he terminado de escribir un diario sobre todos los días que pasamos juntos.
━ Laura, por qué me abandonaste.
━ Laura, me devolviste la vida a cambio de la tuya. Te robé tu vitalidad como un parásito, y te fui matando lentamente sin darme cuenta. Al fin y al cabo fui yo quien te hirió.
━ Perdón, Avellaneda.
Me parecía que la vida había sido muy perra conmigo como para quitarme a Avellaneda de mi lado justamente en el momento que me sentía con la vitalidad que nunca antes había tenido. Releía sus cartas con el sello de "Señor, Santomé" imitando su tono como ella tantas veces pronunciaba.
Amar a Laura había sido lo que necesitaba para sacarme de tantas incoherencias con las que contaba. Después de todo, yo ya había perdido el sentido de las cosas y ella me había enseñado a vivir.
"Lo que uno quiere de verdad, es lo que está hecho para uno; entonces hay que tomarlo, o intentar: En eso se te puede ir la vida, pero es una vida mucho mejor…"


nightlife.

“Nada era cierto, el mundo era una gigantesca falacia, una obra de teatro, un montaje que en algún momento habíamos confundido con la realidad, quedándonos para siempre atrapados en una representación vulgar y muchas veces de mal gusto.”
¿Seguiría en aquellas andanzas? ¿Realmente valía la pena llevar ese ritmo, dejando su vida en manos de la rutina llena de adrenalina sin sentir lo maravilloso que puede ser el vivir sin ataduras (aunque se sabe que siempre hay algo de lo que se está atado)? Se lo cuestionaba diariamente, cada que sentía el peso del cansancio apoderarse de él, llevándolo a un extremo de agonía por no hacer algo más que solo sobrevivir. Sabía que no había un trabajo que calzara tan a la medida como el que tenía, después de todo, las noches eran sus aliadas desde que tenía memoria y ahora eran parte de él, le daban su identidad, pero aun así sentía la necesidad de dejar todo atrás como una serpiente deja atrás su piel para lucir una completamente renovada con escamas más brillantes y saludables. Era irónico, las serpientes siempre le habían asustado y ahora se comparaba con ellas, pero en esos momentos realmente le hubiese gustado cambiar su piel, cambiar su rostro, cambiar su esencia y todo lo que en ese momento era por una completamente nueva, fresca, y mejor vida.
– Ya es hora. – Sus amigos, compañeros y los clientes, lo esperaban para poder abrir uno de los club que manejaba en una esquina de Hongdae, barrio reconocido por tener en sus calles escenas de música y arte por doquier. Era el dueño de gran parte de la escena nocturna que predominaba en la ciudad pero sabía que no sería por mucho tiempo, y quizá por eso era que sus miedos comenzaban a relucir en él para recalcarle las condiciones con las que había llegado a la posición en la que se encontraba. Deshonestidad, corrupción, caos, una mezcla de excesos y ambición que por tanto tiempo lo seducían ahora se vengaban de él.
Miraba hacia atrás recordando cómo su vida había tomado tal rumbo, pero sabía que desde siempre había estado destinado a ello, pues su vida había estado planeada sin que tuviera la oportunidad de hacer algo por cambiar. Pero ahora, después de tantas pesadillas realmente quería cambiar todo lo que creía real, toda su vida, ¿y cómo podría escapar? Ahí estaba el dilema, no podía.
Observaba el Club NB, lugar donde era como si se conectaran dos mundos diferentes y, de este al que acababa de entrar, le gustaba en especial. Las luces intermitentes, el sonido de hip-hop, el calor de la gente y el olor a alcohol, humo, drogas y a sudor le indicaba que nunca podría dejar aquellos vicios que tanto le gustaban. Pero debía hacer algo contra ello, se lo debía a sí mismo, se lo debía a ella.
“El más siniestro de los sufrimientos es el de verse poseído por fuerzas extrañas que desvanecen la identidad.” ¿Identidad? Sentía que nunca tuvo una pues se le habían impuesto por culpa de sus descuidados padres, y él tampoco había hecho nada al respecto cuando todo recién iniciaba. Se arrepentía. Ya no soportaba ni la presencia de quienes consideraba sus amigos pero que solamente lo habían hundido más en ese abismo infinito. Si muchas personas alrededor del planeta se sienten derrotadas, están deprimidas, tienen trastornos alimenticios, consumen alcohol desaforadamente, son adictos a drogas legales e ilegales, y necesitan ayuda médica para poder soportar sus vidas planas y sin sentido, por algo será.
Debía seguir luchando contra sus temores y la seducción que intentaban alejarlo de sus deseos de terminar todo de una vez, aunque su vida corriera peligro, aunque se destruyera, pero ya era hora de poner un fin a quien creía que era.


De sterrennacht.

"Estar sumido en un insomnio caótico,o adentrarme en el onírico mundo de pesadillas que me recuerda constantemente mis más íntimos secretos, mis errores más grandes y la vida que llevo por culpa de mis malas decisiones."
Sentía el sudor recorriendo con furor su cuerpo, como si estuviese envuelto en llamas que le quemaban a carne viva su cuerpo, dejando las marcas de pecado incluso en sus entrañas, a medida que sus pesadillas ahondaban cada vez más para arrebatarle sus sueños e indicarle que era hora de aterrizar, de salirse abruptamente de sus más recónditas y temerosas reminiscencias sirviendo como señal el tono oscuro que comenzaba a colorear su habitación, su alrededor, su vida. Era verdad que estaba envuelto en una maldición que le hacía sentir una vez más la dualidad entre su cuerpo y su interior, pues su cuerpo parecía inhóspito, sin señal de vida. Estaba vacío, completamente vacío, mientras que su mente volvía a tornarse pesada y el dolor se apoderaba de su alma.
De entre la sombra que lo rodeaba, lograba divisar muchas estrellas todas de un tono blanco, como indicándole que aún existía la luz y la esperanza. Lo inquietaban, si algo había de inquietarle eran esas peculiaridades que le sucedían en un mundo tan plano y sobrio, que le hacían generar una amplia curiosidad por querer agarrarlas todas y coleccionarlas, así como con sus sueños que iban quedando aprisionados día tras día. Pero, se iba quedando ciego, e iban desapareciendo una por una de su vista. ¿Cómo era posible que primero la vida lo ilusionara con salvarlo y luego le arrebatara todo en un instante? Ya de nada le servía cerrar los ojos si de todas maneras se iba a quedar en esa oscuridad absoluta con los ojos abiertos.
Así, decidió darse por vencido y encender un cigarro, o mejor dicho, dos: uno para él y otro para la muerte que desde hacía un buen tiempo lo venía acechando cada vez más de cerca. Todo comenzaba a carecer de sentido para él, por lo que en esos momentos le pareció adecuado invitar a la muerte a pasar el rato (o a dejar pasar su vida), encendiendo el último cigarro mientras la observaba dar bocanadas de manera apresurada o quizá de manera molesta porque lamentablemente él aún no se iría con ella.
— ¿Detendrías los relojes por mí? Desde ahora no existe más el tiempo, de hecho, nunca ha existido para mí.
Le dice a la muerte como si estuviera mostrando su derrota, pues ya quería irse con ella. Después de todo, su compañía se había vuelto cálida y acogedora.
—Volveré. No lo dudes.
Sentía cómo la muerte le susurraba a manera de respuesta, mientras depositaba las cenizas de un cigarro consumado con desesperación dejando el insensible cuerpo de él flotando, sin gravedad, sin visión, y lleno de temores. Sabía que no debía fiarse de la muerte ni mucho menos de la vida, sin embargo las estrellas vuelven a aparecer (siempre estuvieron ahí), observándolo desde lejos para comenzar a llamarlo con insistencia pues no había mucha distancia que los separara. Quería acercarse, quería tocarlas, pero ese fuego que lo rodeaba junto a la extensa marea negra que parecía interminable y que avanzaba con rapidez entre sus pies, se iba apoderando más de él. Por consiguiente, ahora era el turno del abismo quien comenzaría a llamarle y a seducirle, a medida que la luz de las estrellas se iban haciendo más grande, volviendo al limbo entre dejarse caer o extender sus alas por el cielo.
Despierta, despierta.
Las palabras se iban volviendo difusas y distorsionadas pero finalmente iba comprendiendo que era hora de volver de ese sueño que noche tras noche tomaba lugar en su subconsciente. Abrió sus ojos y por un momento la vio a ella, aquella mujer que de las sombras lo perseguía. Debía dejar de consumir tantas sustancias que solo le alteraban el funcionamiento de su cerebro y le distorsionaban aún más su realidad, pero más que todo, debía aprender a convivir con su pasado.


Müss es sein? Es müss sein! ¿Tiene que ser? ¡Tiene que ser!

De nuevo su mente se encontraba en un dilema. Recordaba ensimismado las conversaciones que tenía con su padre cuando era pequeño, esas palabras las cuales creía que eran su tiquete de la suerte y que por años mantenía atesorado pues para él lo habían sido todo pero ahora, perdido en aquellas frases notaba lo despreocupado y carente de sentido que solo una boca tan vacía con aliento a alcohol y tantos vicios más podrían haber pronunciado.
"Si quieres ser alguien, trabaja por eso sin importar los medios, lo fundamental es que llegues a la meta." ¿Cómo un consejo de esa magnitud podía haberlo utilizado como su mantra durante toda su vida? "Sin importar los medios"... Y así había hecho, logró llegar hasta la cima de sus objetivos "sin importar los medios", aquellos que ahora mismo le reclamaban con venganza las atrocidades a las que había sido capaz de realizar solo por buscar un estilo de vida que ya no le importaba ni quería, un estilo de vida pérfido el cual no estaba dispuesto a mantener.
Arrepentimiento, para él arrepentirse significaba tocar fondo mientras intentaba con acciones salir de aquel martirio que lo perseguía. Decepción, para él significaba sentirse incapaz de no poder realizar acciones para salir de aquel martirio que lo perseguía. Y así transcurrían las horas, entre el arrepentimiento y la decepción, entre la esperanza y la poca fuerza de voluntad.
Su padre había sido inteligente en muchos aspectos diferentes, como en la política o el arte, pero esos momentos de lucidez no duraban mucho, solo un instante. Y luego recaía en ese estado de vaguedad y ambigüedad que no le aportaba nada a nadie, que solo lo destruían a él y a los de su alrededor dando consejos como "sin importar los medios". Lo conducía a la destrucción mientras se ocultaba en aquella fachada de seguridad que transmitía (como sucede con la mayoría de los políticos cuando hablan con certeza en un discurso lleno de maldad). Su padre pudo ser político y sacarlos de la miseria con la que contaban, qué desperdicio.
Había vuelto a la calle para recolectar unos cuantos gramos de tantas drogas que se había acostumbrado a consumir. Así transcurría su día a día: casa, arrepentimiento, trabajo en los clubes nocturnos, muchas ganancias, calles, muchas drogas, pérdida de ganancias, decepción, casa. Y de nuevo iniciaba el ciclo.
De su madre no pensaba mucho, nunca fue muy cercano a ella pero le quedaban los libros que ella una vez decidió regalarle y que ahora eran todo lo que le quedaba y el refugio que necesitaba en momentos de pesadez. Leía La insoportable levedad del ser especialmente, para calmar su interior:
"Tomás dijo una vez más: Ja, es muss sein (sí, tiene que ser).
A diferencia de Parménides, para Beethoven el peso era evidentemente algo positivo. 'Der Schwer gefasste Entschluss', (una decisión de peso), va unida a la voz del Destino ('es muss sein'); el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale.
Esta convicción nació de la música de Beethoven y, aunque es posible (y puede que hasta probable) que sus autores hayan sido más bien los comentaristas de Beethoven y no el propio compositor, hoy la compartimos casi todos: la grandeza del hombre consiste en que carga con su destino como Atlas carga con la esfera celeste a sus espaldas. El héroe de Beethoven es un levantador de pesos metafísicos."
¿Cargaba su destino en sus manos? Pero en sus manos solo llevaba un vaso de whiskey, y un porro de marihuana consumado. ¿Ese era su destino? No, no, debía hacer algo por eso.


Empatía.

¿Cómo era posible que un documental pudiera significar tanto para él? Las películas y documentales se habían vuelto de cierta manera lo que más le gustaba hacer desde un tiempo atrás. No entendía en qué momento llegó al punto en que su tiempo libre lo dedicara solamente a esta actividad pero le traía calma, en cualquier momento, en cualquier situación, y a la vez le despertaba infinidad de emociones en su interior que no podía explicar en palabras pero que estaban ahí, recorriendo cada surco de su alma.
Con el tiempo comprendió que era el otro punto de vista y los diferentes lados de la historia que los documentales proyectaban y que desmentían todo lo que alguna vez las mismas películas le mostraron para lavarle el cerebro producto de una industria vacía e ignorante. Películas donde los indígenas eran los malos, mientras tipos del oeste con botas brillantes y armas bien cargadas quedaban como los héroes luego de destruir sus tierras, sus vidas y todo lo grandioso que la naturaleza brindaba solamente por un ideal consumista y ambicioso de tener el poder de todo lo que fuera posible; o películas en los cuales está la típica historia de la mujer débil, femenina, perfecta, que necesita ser rescatada por un príncipe para vivir felices. Le molestaba demasiado prender el televisor a ver programas tan vacíos que solo fomentaban la ignorancia y aumentar la brecha entre quienes tienen el poder de manejar a las personas y quienes se dejan controlar. Realmente le molestaba.
Pudo darse cuenta que su amor por varias películas y documentales crecía debido a la otra cara de la moneda que no se atrevían a mostrar, y desde ahí partió todo. Sentía la necesidad de ayudar a los demás cada que sus ojos se abrían por medio de aquellos documentales, películas o noticias, y le era inevitable quedarse con los brazos cerrados. A pesar de que el camino que él había trazado para lograr sus objetivos no fueron los más correctos ni los más morales, una parte de su dinero lo destinaba a viajar para hacer obras de ayuda a los demás brindándoles comida a quienes lo necesitaba, asistencia médica, y sobre todo, hacía actividades con las comunidades. Todo lo que estuviese a su alcance. Pero no se trataba solamente de ayudar a las personas, pues su empatía consistía en tratar de comprender a todos hasta llegar al altruismo sin excepción (incluyendo animales y la naturaleza) y era por esta razón que él se había vuelto vegano. No soportaba la idea de comerse a otro ser vivo a costa de su sabor o de sus 'proteínas', así que rechazaba desde pequeño estos 'alimentos' además por lo contaminante que era la industria animal con el medio ambiente y lo dañino para la salud que eran esas carnes con químicos.
Aprovechaba su habilidad con los procedimientos médicos que en su infancia se había visto obligado a aprender cada que tenía enfrentamientos con pandillas o cada que sus padres entraban en crisis graves por el abuso de drogas. No eran procedimientos muy avanzados, pero era bastante conocedor en el tema y le eran de gran ayuda.
Se caracterizaba por ser una persona bastante sensible, y sus amigos siempre se lo recalcaban a pesar de la fría apariencia que poseía, y esto le permitía entenderse rápido con la situación de los demás y sentirlas como propias permitiéndole realizar esas pequeñas acciones con quienes lo necesitaban.
Entendía que debía trabajar en sí mismo primero, pero le era inevitable dejar de involucrarse en situaciones que él sentía que necesitaban al menos un poco de ayuda.
— MinHo, ya deja de preocuparte tanto por los demás.
Se lo repetía su mejor amigo, una y otra vez, a cada segundo que pudiese luego de observarlo tan alterado uno de esos días en que a él le daba por cuestionarse todo y sentía impotencia por no hacer nada más para ayudar.


Infantia.

MinHo caminaba por las calles que alguna vez de niño pisó ansioso cuando jugaba a no pisar las líneas que se dibujaban en los andenes, y por un breve momento se sintió niño de nuevo, recordando aquellos días en los que la felicidad se resumía en lo más simple del día. Por unos instantes se vio a él mismo en otra calle, en esas que se ubicaban al frente de su casa de la infancia donde jugaba en las esquinas con las piedras cuando se quedaba solo, y quizá era eso lo que recordaba: aquellos momentos solitarios en los que encontraba felicidad de la manera más sencilla sin tener preocupaciones. Y ahora él caminaba por otras calles más limpias y ruidosas, pero ya no le transmitían esa felicidad como antes, y sintió cómo los años habían pasado sin que se hubiese dado cuenta.
De repente notó todos los cambios en su alrededor, todo envejecía y sentía cómo poco a poco iba quedando al desnudo con una piel arrugada, desgastada, menos lozana. Estaba perdiendo en su cuerpo lo que alguna vez le recordaba lo que había sido su infancia. En una vida adulta tan agitada no había podido darse cuenta de que todo cambiaba e iba perdiendo su vigor desmesuradamente, y se asustó. Decidió volver a recordar aquellos hábitos de su infancia pero se dio cuenta de que no tenía muchos pues las circunstancias en su pasado habían hecho que él madurara de manera obligada, se lo habían impuesto sin su consentimiento y ahora la vida se lo echaba en cara por dejar que arruinaran la niñez que no pudo tener. Le habían arrebatado una parte de él que nunca tendría y ahora cargaba con las consecuencias de ello: una vida adulta para siempre en su memoria.
Qué egoísta había sido la vida con él quitándole tan preciados momentos para dejarlo en un estado inerte sin recuerdos gratos para conservar. Era como si en su mente le hubiesen borrado los recuerdos de una adolescencia para implantarle los de un adulto joven que intentaba huir de su pasado. Y pensó en el ciclo que las personas aprendían en sus primeros días: nacer, crecer, reproducirse, morir. Entre nacer y crecer se desprendía todo el proceso denominado como "infancia" que el había omitido por completo y ni qué decir sobre reproducirse. Era una maldita farsa tratar de poner ese ciclo en los seres humanos, no encajaba. Solo restaba el morir que podría suceder en cualquier momento sin necesidad de todo un ciclo.
— A veces eres todo un niño.
Palabras como esas dichas con frecuencia por quien había sido su novia, ahora tomaban forma. MinHo a veces era todo un niño porque nunca fue uno y por momentos sentía la necesidad de serlo sin que se diera cuenta. Quería ser un niño para intentar tener una infancia aunque le tocara preocuparse por pagar los servicios de la casa, por trabajar para tener un sustento, por beber y drogarse para olvidar, preocuparse por vivir como un aburrido adulto.


Adulthood.

Las primeras veces, las primeras experiencias y todo lo que conllevara el término "mi primera..." resultaba ser una marea de sentimientos porque era sabido que cargaba con un alto significado emocional. Pero, al fin y al cabo, se está aquí precisamente por esas primeras veces pues de acuerdo con lo que creía MinHo, él solo estaría en el mundo una vez para vivir todo a la primera sin tener una segunda oportunidad para repetirla o comprobar decisiones. Sin embargo, el problema radicaba en no dejar que se experimentaran nuevas situaciones y quedar plasmados en una rutina tediosa que robara las emociones hasta dejar personas insensibles.
La vida se encontraba perdiendo la magia de las primeras veces para volverse una especie de planeadores y bocetos que prepararan el día al día haciendo lo usual cada vez de manera más arreglada, pero por suerte, los días y las noches están diseñados (porque también fueron planeados y en parte tienen su rutina) para sorprender a la gente con algo diferente en cada momento, así fuesen las conversaciones, el clima, la manera de moverse, todo se volvía diferente al transcurrir el tiempo pero a veces era solo eso, momentos diferentes a lo habitual pero no nuevos.
De entre los recuerdos de MinHo luego de verse envuelto en un profundo hastío con su patética vida, recordó esa primera vez que le desencadenó todo lo que ahora era: “mi primera vez como adulto.” ¿En qué momento se había convertido en un ser mayor? Y es que no era necesario tener una identificación para certificarle que tenía la edad adulta, pues la primera vez para él no fue cuando cumplió la mayoría de edad sino que fue en el momento en que sus padres murieron consumidos por la dependiente vida de las drogas donde a él le tocó salir adelante por su cuenta dejando todo lo que alguna vez le caracterizó como niño, viviendo en las calles vendiendo esa arma asesina que mató a sus padres y que le fue matando su infancia, experimentando una serie de cambios en sus pensamientos más maduros (por no decir que no eran acordes a su corta edad) pero menos morales.
— Déjate de bobadas y empieza a trabajar que no vas a lograr nada si no te esfuerzas.
— Pero quiero jugar..
Recordaba cuando su compañero le reprendía en varias ocasiones pues, como él, ambos querían salir adelante para conseguir sustentos y lograr alcanzar un mejor estado, pero que al principio se le dificultaba a MinHo debido que no siempre seguía las órdenes de sus jefes, hasta que poco a poco se fue volviendo una máquina y por inercia trabajaba.
«Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño.» Había fallado, ya era muy tarde. Se había vuelto una persona mayor, aunque todavía le faltaba adjuntarle el adjetivo respetable, pero ya se había vuelto un adulto por primera vez, a la fuerza.
Fue a partir de ese suceso, que tuvo un sinfín de primeras veces, todo era una primera vez, pero ahora sentía como si nada avanzara y se quedara estancado o encerrado, pues todo se había vuelto muy parecido y estaba perdiendo la capacidad de asombrarse. Requería de una primera vez con urgencia, sabía que esa era la receta formulada por el doctor, pero sentía marchitarse por dentro y quedar sumido en un profundo desánimo. Se estaba volviendo tarde para salir de esa jaula en la que se encontraba todo por experimentar muchas primeras veces de manera seguida influenciado por aquel sistema que lo habían exprimido hasta dejarlo seco y vacío, por un consumismo que quería manejar todo con prisa y dejar a las personas en la nada.


Refugio.

Alguna vez alguien me dijo hace mucho tiempo atrás, que la música siempre estaba en todos lados, y lo único que debíamos hacer era escuchar atentamente. Yo no me creía ese cuento porque siempre me vi como un hombre desconfiado y si no tenía pruebas de que en una habitación silenciosa pudiese escuchar una composición de sonidos que se formara sin la necesidad de yo mismo poner canciones, era absurdo que escuchara música alrededor. Y por un momento realmente me creí mi teoría de que ese hombre estaba loco y no sabía de lo que hablaba. Sí, me atreví de tildar a alguien de "loco" cuando era yo el incoherente, qué locura la mía.
Pero un día, decidí abandonar mi arrogancia y mi apresurada vida entonces ahí lo descubrí todo. Me encontraba en silencio en mi habitación y todo parecía formar una armonía que se mezclaba con aquellas gotas de lluvia que azotaban en mi ventana enfurecidas por haber rechazado anteriormente el sonido de las cosas, y de repente todo se transformó en música. Era verdad, el silencio también forma parte de la partitura y por eso es tan importante en una composición musical. Entonces, supe que toda mi vida había estado ignorando los sentidos por estar siempre ocupado en el trabajo y en el agitado estilo de vida pasando 26 años de esa manera, ignorando mi alrededor.
La mayoría de las noches, me encontraba en algún club nocturno registrando que marchara bien el trabajo, aprovechando para tener en la zona privada el entretenimiento reflejado en unos cuantos bailes eróticos de mujeres de piernas largas y piel delicada que desataban mis deseos, las cuales entre bebidas y drogas solo amplificaban mis sentidos de manera descontrolada, no era de sorprender que todo ese tiempo me encontrara ignorándome a mí mismo y a lo que me rodeaba, quedando en un estado de pausa entre la realidad y lo que creía ver.
Pero en ese momento en que decidí quedarme quieto y escuchar atentamente el medio que me rodeaba, pude encontrar un refugio y a la vez un escape de todo. Tan solo bastaba con detenerme un momento para hallar la música que me guiara a la tranquilidad, y ese era definitivamente el problema, estaba ignorando hasta mis sentidos para envolverme en la cotidianidad apresurada que me manipulaba. Ya mis ojos ni siquiera veían realmente por estar pendientes de aquellas pantallas como la televisión, las cámaras, el ordenador, las ventanillas, en los cuales ponía mi más íntima confianza para dejar que me mostrara la realidad, y luego pretendía buscar un edificio con una maravillosa vista exterior y ¿para qué si los edificios están construidos para que observe solo una parte en en específico y me quiten el panorama de lo demás? Tampoco escuchaba nada por dejarme llevar del barullo y el cúmulo de sonidos fuerte que aturdían mis oídos. Me encontraba anestesiado de todo y por un largo rato pensé que estaba bien.
Todo este tiempo fui un hombre sin sentidos, pero finalmente logré encontrar en mi propio alrededor el refugio que necesitaba para volver a ser un ser humano con sus sentidos completos.