domingo, 27 de marzo de 2016

Yo soy, yo soy, yo soy.



Nunca pude distinguir las fases de la luna por más que me explicaran, ni por más que visitase constantemente al planetario, producto de una afición adquirida por el misterio y la grandeza que el universo representaba. Solo sabía diferenciar la luna llena (por obvias razones), el cual, para un creyente de la fantasía como yo en su infancia, era la tal esperada “luna de lobos”. Me arrepiento, vaya que me arrepiento de no haber aprendido aquellasfases, cada una tan diferente y mágica, cada una tan caótica a su manera. Si desde un principio hubiese aprendido, no habría quedado poseído por ese satélite que del cielo desprende tanta atracción hechizante.
Creí que podría convivir con tus constantes cambios, con tus revoluciones, con tu movimiento de traslación y rotación, pero no me daba cuenta que con tu poder controlabas la marea, los sueños y cuántas cosas más. En cambio, yo era demasiado simple, mi caos ya estaba controlado, tenía mi alma en paz, pero tu desorbitaste todo tan abruptamente sin ninguna piedad. Siempre serás distante, inalcanzable, porque pertenecemos a diferentes lugares, no nos merecemos, aunque nuestro amor sea demasiado atrayente, magnetizante. Incluso aunque nos acostumbramos a ese romanticismo que nos arrullaba el alma, las peleas nos rompían un poco cada vez más. Cada vez me perdía un poco más, me desestabilizaba, y prefiero seguir siendo yo mismo, a dejar que me destruyeras vilmente.
Sin embargo, no voy a negar que de vez en cuando me gusta observarte de lejos, saber si estás bien y si sigues iluminando, pero no volveré a buscarte, ya no más, no somos compatibles por más que lo forcemos y lo intentemos mil veces más. No somos, aunque queramos que sea, pero somos, aunque no estemos.

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