«Crees que conoces la muerte, pero no es así. No hasta que la has visto, realmente visto. Y se pone debajo de la piel y vive dentro de ti. También crees que conoces la vida. Te pones de pie en el borde de las cosas y lo ves pasar, pero no estás viviendo. Realmente no. Eres un turista. Un fantasma. Y luego lo ves. Realmente la ves. Y se pone debajo de la piel y vive dentro de ti, y no hay escapatoria. No hay nada que hacer, pero ¿sabes qué? Es bueno. Es algo bueno. Y eso es todo lo que tengo que decir al respecto. »
Su día había transcurrido en un sinfín de dolores, padecimientos que enfrentaba debido a lo enfermo que se encontraba mezclado con insomnios por la agonía de no poder respirar quedando en ese espacio entre la muerte y la vida donde se consumía en la desesperación de aliviar como fuese su malestar. Su cabeza le retumbaba, le pesaba, no podía coordinar sus pensamientos (como si alguna vez lo hubiera hecho) y ese era su castigo por haberse alejado del camino correcto sin pudor ni resentimientos pues el que sintiera que no pudiese utilizar su mente era la peor condena a la que cualquier ser pudiera estar enganchado.
El sonido le aturdía, las letras de los libros huían de su vista y la luz lo enceguecía quedando una vez más sumergido en ese silencio atormentador acompañado por la oscuridad que hallaba en su alrededor, y cuán profundo dolor le causaba tal suplicio del que solo pretendía escapar como siempre hacía pero del cual no tenía salida alguna. Cada surco de su cuerpo pedía a gritos ayuda para recobrar el equilibrio que necesitaba, pero ya era demasiado tarde e inconscientemente seguía dirigiéndose a esa ruta desalmada que había preferido tiempo atrás y que ahora le recordaba cómo era el vivir sin vivir, el estar en ese estado de agonía permanente al que pertenecen los seres que abandonan la senda verdadera.
El tiempo ya no era el mismo, se había distorsionado dejando todo en una pausa insaciable; el planeta ya no realizaba traslaciones ni rotaciones ahora solamente se encontraba quieto como todo el universo indicando que era el momento de la tragedia que constituía su propio cosmos abstraído en el vacío fortuito al que había llegado, la nada que se había apoderado de su débil y maltratado cuerpo. Estaba anestesiado, todo estaba tomando un fin o quizá era un nuevo comienzo lleno de desasosiego y heridas que no sanarían pero que estaría dispuesto a cargar con estas aceptando la fragilidad con la que contaban indicando una nueva abertura que podría ser fatal.
Todo era incierto, nada le quedaba claro, sin embargo ya se acercaba su hora de partida y así dejaría suelta las posibilidades a las que estaba atado para que con suerte o desgracia pudiera regresar a emprender ese viaje que todos tenían que realizar.
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