Escribimos de amor, de tristeza, y de miles de cosas más que nos mueven los sentimientos hasta formarnos un nudo en la garganta que se aferra con fuerza hasta dejarnos con el alma oscilando entre gritar o llorar en silencio.
En estos momentos, lo que más me remueve los sentimientos hasta arrebatarme la respiración para llevarme un paso más cerca de la muerte, o mejor dicho que me lleva más cerca de vivir, (porque irónicamente cuando estamos con el dolor en los adentros ya para un paso de rendirnos ante la muerte, es que aceptamos más la vida como un regalo que debemos cuidar con todos sus pedacitos que se riegan en frente de nuestras narices), es el dolor que siento por mi país. Un país con falta de educación, lleno de egoísmo y de violencia, que solo avanza para retroceder más hacia la decadencia.
Me duele el país sin alma en el que me encuentro, y aún más porque yo mismo no he hecho nada para contribuir a cambiarlo. Y es que, el conformismo, la falta de empatía, perdón, y amor es lo que nos ha movido como seres inconscientes en este mundo, que nos han metido en la cabeza la importancia de un reinado, de las ferias, de salir a beber cada noche, de dejar los estudios y los libros para ganar dinero fácil y mantener un cuerpo bonito que solo dura menos de un segundo. Esperamos que todo nos llegue resuelto sin hacer el mayor esfuerzo, carecemos de disciplina y responsabilidades porque la comodidad es nuestra mejor aliada y el "no me importa nada" nuestra religión.
Suficiente, me parece inaudito y decepcionante que incluso con oportunidades para mejorar todo, el pueblo siga de ignorante manipulada por partidos políticos que no son más que ciegos por el poder. Esto no se trataba de una campaña política, de adorar a unos tipos que llevan el proceso, esto se trataba de encaminar al país para volverlo mejor, de darle la oportunidad de una educación y una calidad de vida a miles de niños que cada años eran reclutados forzosamente donde se les daba un arma en vez de una infancia, de unir familias que se desintegraron por la violencia y el desplazamiento, de evitar que muchas otras dejaran de enterrar a sus familiares o a su amigos. Dicen querer la paz, acabar con la violencia, pero gritan como si fuera su último hálito de vida "NO queremos dejarle el país a unos asesinos, pero sí queremos la paz" y envían personas con fusiles a combatir otros que como ellos solo creen en las armas, y eligen otros asesinos (que aunque no toquen un arma, asesinan a miles de habitantes negándoles su salud, su educación, sus oportunidades y quedarse con todo el poder) para gobernar al país. Dolor, dolor. Carecemos bastante de amor, pero estamos sumergidos por el odio.
Con nada he llorado más que con una decepción de estas donde le hemos dado la espalda a una paz que de a poquitos florecería, pero que la hemos destruido con la más cruel ambición que se apodera de nuestras vidas.
Y ahora piden calma, serenidad, tranquilidad hasta que todo retome su rumbo normal. ¿Es en serio? Calma es lo que hemos tenido por todos estos años porque nos hemos hecho los ciegos y sordos ante el sufrimiento de personas que cada día lloraban la muerte y la tragedia en sus vidas, ya ha sido suficiente calma, y la oportunidad que se nos ha dado para finalmente ser ciudadanos con moral la hemos desperdiciado. Qué tristeza.