Recuerdo
que de pequeña me pasaba soñando lo que quería llegar a ser cuando fuese
grande. Para ese momento contaba con esas ganas de convertirme en una persona
mayor que cada vez iban creciendo más en mi interior, como si se tratara de un
deseo implementado donde creía que todo iba a ser mejor. Ah, qué locura pensar
desde tan corta edad que mi vida sería mejor al ser grande, sin darme cuenta en
aquel entonces de lo hermoso que era la infancia donde vivía sin
preocupaciones. Y sé que todavía sigo siendo joven, pero ahora ya no deseo con
vehemencia el convertirme en alguien mayor donde la mayoría de los casos, es en
esa etapa en la cual a muchos se les olvida el verdadero objetivo de la vida:
vivir. Así, como escribió Caicedo: “Nunca permitas que te vuelvan persona
mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la
nuca y se te empiecen a caer los dientes.”
Fue
entonces, cuando me vi experimentando ese cambio de estudiante de colegio a
universitaria, que me di cuenta de lo verdaderamente importante de la vida y de
las incontrolables ganas de volver a ser una niña pequeña, donde lo único que
me importaba era quién hacía un castillo de arena más grande o quién lograba
esconderse mejor.
No
diré que siempre soñé con estudiar medicina y que desde pequeña mis papás me
disfrazaban de doctora porque no fue así, y a decir verdad, yo poco hablaba
sobre mis aspiraciones del futuro y me enfocaba más en el presente. Me pintaba
a mí misma como una persona artística y aseguraba que cuando grande estaría en
ese medio, pero después de tantas vueltas que me dio la vida, terminé
estudiando algo que abarcaba todo lo que me gustaba: el maravilloso arte de la
medicina.
Recuerdo
cuando inicié el último año escolar, pues fue ahí donde realmente me di cuenta
de que ese era el momento para decidir sobre mi futuro y las metas que quería
alcanzar. Así que, sentí un miedo con tal magnitud que nunca antes había experimentado,
ya que finalmente tenía los pies en la tierra, y había llegado el momento de
tomar una de las decisiones más importantes de mi vida donde lo menos que quería
era errar, pero sobre todo, quería encontrar ese espacio donde pudiera encajar
en un grupo de personas con mis mismos intereses. Por lo tanto, una vez decidí la
profesión a la que quería aspirar, estaba la cuestión de que pudiera ser aceptada
en la Universidad de mi elección, junto con esa inseguridad con la que contaba en
mis adentros que me hacía dudar si realmente podría lograr mi propósito. Debo
reconocer, que en ese tiempo me vi a mí misma en un mar de sentimientos que
nunca antes había sentido con tal profundidad, y que se iban apoderando poco a
poco de mí ser, sin embargo aprendí a manejar tal situación hasta el punto en
que pude lograr más confianza en mí misma que antes no tenía.
Si
bien logré exactamente lo que quería en cuanto a mi estudio, los nervios y el
miedo de una nueva experiencia se hacían notorios, pero sabía que era normal
sentirme de ese modo por lo que no fue un impedimento para opacar las fervientes
ganas de sumergirme en ese cambio. Y no me arrepiento, pues he podido cambiar
la perspectiva de muchas cosas que antes no veía con claridad en cuanto a mi
forma de pensar y en mi manera de actuar.
Gracias
a esos cambios que fui adquiriendo, me di cuenta de que las circunstancias y
las nuevas etapas de la vida han sido las que más me han hecho madurar y crecer
como persona. Este inicio de la
universidad se ha vuelto un viaje importante y especial que he emprendido, y
del cual pretendo aprender de ello porque lo importante, más que el destino, es
el recorrido.
Admito
que al principio se me hacía difícil el estar rodeada de nuevas caras, además
de la alta exigencia académica de la que venía acostumbrada y era para esperar
tal cambio, sin embargo, una vez que lo estaba viviendo se volvía en algo extraño y
abrumador.
Es
cierto que no fue nada fácil para mí adaptarme a tal cambio, sentí durante
mucho tiempo esa inconformidad con mis compañeros y, a decir verdad, muchas
veces sentía que no encajaba o que no formaba parte del estilo de vida de
ellos, puesto que me sentía demasiado diferente. Por otro lado, ya no veía a
mis amigos del colegio con frecuencia, sin contar que muchos de ellos se fueron
a diferentes ciudades o países a realizar sus estudios, así que era inevitable
no sentir por momentos esa soledad.
Sin
embargo, con el paso del tiempo pude conocer más a fondo a mis compañeros y finalmente,
he podido encontrar unas cuantas personas con las que he sentido una verdadera
conexión y con las que me siento cómoda, por esto agradezco que se hayan
cruzado en mi camino porque me han enseñado a sentirme bien siendo yo misma sin
dejar que las diferencias formen una barrera. También, he aprendido que se debe
luchar y hacer sacrificios para lograr lo que quiero pues nunca debo rendirme,
siempre es mejor seguir adelante. Además, he podido conocer el verdadero
significado de la responsabilidad y tomar las riendas de mi vida porque de mí
depende lo que quiero llegar a alcanzar.
En
conclusión, es conveniente decir que a pesar de que al principio pudo ser
difícil y aterrador, los cambios vienen bien y estas nuevas experiencias son
las que me han ayudado a encontrarme como una persona con metas y con sueños
que nunca debo dejar atrás.